Guzmancismo


Antonio Guzmán Blanco, hijo de Antonio Leocadio Guzmán, había luchado en las filas del bando liberal durante la Guerra Federal y luego de su victoria, en 1863, formó parte del gobierno de Falcón. Luego de iniciado el régimen de los azules, tramó junto con su padre el retorno al poder de los liberales. Al huir por el rechazo de turbas azuzadas por el gobierno, organizó una invasión que logró el apoyo de caudillos regionales federalistas, tales como Joaquín Crespo y Francisco Linares Alcántara. En febrero de 1870 desembarcó en Curamichate y tomó posiciones por el centro-occidente del país mientras engrosaba sus fuerzas. Tomó Caracas en abril de ese año, por lo que su acceso al poder se conoce como la Revolución de Abril.
Por haber vivido muchos años en París y otras ciudades europeas, percibió muchos de los cambios que se produjeron durante el siglo XIX. A causa de esto, una vez hecho presidente implementó una serie de medidas tendientes a modernizar el país e instaurar el orden definitivo. En los decretos de ese año, creó el Conservatorio de Bellas Artes, reestructuró la Alta Corte Federal, dictó el Decreto de Instrucción Pública y Obligatoria promoviendo la educación, reorganizó la Universidad Central hizo del peso venezolano la moneda nacional, fomentó la agricultura, mejoró la infraestructura, e inició una ambiciosa transformación urbanística de Caracas, ciudad a la que según los historiadores se empeñó en darle cualidades parisinas, [8] sin abandonar una marcada tendencia centralista y autoritaria. Tampoco se olvidó de combatir los alzamientos caudillistas contra él en Apure, Guayana y Coro, logrando aquietar el turbulento panorama de insurrecciones y someter a los caudillos. Como parte de sus políticas, inició una promoción del culto a los héroes del pasado, especialmente a Simón Bolívar, como una estrategia para unir el país. Igualmente, debilitó el poder de la Iglesia Católica en Venezuela, al pasar al Estado funciones que tradicionalmente eran realizadas por ésta.

En 1877 decidió pasar el mando a Francisco Linares Alcántara, su cercano colaborador, para que continuase su obra y marcharse a Europa. Sin embargo, Linares rompió poco tiempo después con Guzmán Blanco y comenzó un movimiento en su contra. Ello, y la discontinuación de la línea progresista mantenida por su antecesor, provocó la Revolución Reivindicadora que le derrocó en 1879. Guzmán Blanco tuvo que regresar al país y tomar nuevamente las riendas del gobierno. En este segundo período designó al bolívar como moneda nacional, y decretó el canto Gloria al Bravo Pueblo como himno nacional, además de continuar con las medidas económicas y políticas que habían tenido éxito en su anterior período, con la ganadería y el agro recuperándose de la caída en el pasado. Luego de cinco años pasó el mando a Joaquín Crespo. Los efectos de la introducción del positivismo en Venezuela y la creciente oposición del sector estudiantil se hicieron sentir entonces, forzando a Crespo a tomar medidas en contra de la Universidad, llegando a cerrarla. Esto ameritó un segundo regreso de Guzmán Blanco, elegido por el Congreso para presidir entre 1886 y 1888, pero no completó el período. Se retiró en 1887, dejando a Hermógenes López como presidente interino para la transición.
El General Joaquín Crespo y los jefes de la Revolución Legalista, de Arturo Michelena. Crespo fue Presidente de la República en los períodos 1884–1886 y 1892–1898.

Le siguió Juan Pablo Rojas Paúl, quien se alejó de la línea centralista mantenida hasta el momento, creó la Academia Nacional de la Historia, y enfrentó disturbios y alzamientos anti-guzmancistas. En 1890 fue elegido Raimundo Andueza Palacio para el período constitucional de dos años estipulado por la constitución, pero su intento por extender su mandato provocó la Revolución Legalista de 1892 encabezada por Joaquín Crespo, que le derrocó del poder. Crespo asumió la dirigencia como producto del movimiento en octubre de ese año, y aprobó una nueva constitución estableciendo la duración de la presidencia a cuatro años, y el voto directo. Mientras era jefe del país los recursos públicos fueron mal invertidos y se crearon nuevas deudas para el país, pero permaneció popular entre sus soldados. Su candidato a sucesor, Ignacio Andrade, venció en las elecciones de 1897, pero su contrincante José Manuel Hernández, alias el Mocho, desconoció los resultados acusando fraude, y se rebeló en Queipa, Valencia en 1898. Crespo, al mando de las tropas del gobierno, pereció en Mata Carmelera, pero el alzamiento fue derrotado. El saldo al final del siglo XIX fue de recesión económica, pero de avances en la cultura, la tecnología y el urbanismo.

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